jueves, 11 de noviembre de 2010

MY FATHER, MY LORD


 Pequeña, intimista, sencilla pero efectiva, son las palabras adecuadas para describir a la película My Father, My Lord y aunque el título os suene a alguna relacionada con lucha, reyes etc. No es  precisamente que se trate de una cinta para levantar ánimos. Muy al contrario, ‘My father, my lord’ (‘Hofshat Kaits’) del isrealí David Volach deja consternado al espectador con esta adaptación libre de la historia  de Abraham y su hijo Isaac.
 Un drama en toda regla, realizado con especial fijación en los pequeños detalles, en el sentimiento palpable y con una realización resultona para tratarse de un debut con escasos medios.La historia, que logra envolver con su estupenda puesta en escena (rodada en dos semanas y con un presupuesto ínfimo) nos adentra en el corazón mismo del judaísmo más extremo. En el entorno de una familia de tres miembros, que cumplen los parámetros dictados por la religión profesada.
Abraham, el padre rabino ultraortodoxo inmerso en su universo de estrictas normas, su esposa Esther relegada al papel secundario de mujer en una comunidad predominantemente masculina, y un niño llamado Menahen. Un pequeño que se ve inmerso en el complejo y aburrido mundo de las oraciones y las plegarias permanentes, que empieza a interesarse por lo ajeno como forma derebelarse contra la autoridad impuesta por su padre. Así, su interés y su capacidad de observación, lo llevan a fijarse en los pequeños animales (una paloma, un perro, un pez…) que se va encontrando y por los que va sintiendo compasión y atracción.
A través del discurrir cotidiano del niño en ese mundo hermético y absorbente, vamos descubriendo sus sentimientos encontrados y sus tímidos intentos de salir del asfixiante y ascético comportamiento impuesto.

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